jueves, 13 de octubre de 2011

La falta de higiene puede ocacional:

La falta de higiene a menudo se relaciona con un problema de rechazo social. Una persona que tiene poco cuidado de su aseo personal o del de su casa puede sufrir cierta marginación. Pero este no es ni de lejos el principal problema de no cuidar por la limpieza. El principal problema son las enfermedades que pueden derivarse de un exceso se suciedad o de bacterias. Es por eso que tenemos que acostumbrarnos a seguir ciertos hábitos muy sencillos que nos aseguraran vivir mejor. Sobretodo si tenemos pequeños en casa. La higiene de los niños es incluso más importante que la de los mayores.
Para empezar, es muy importante seguir un buen aseo personal. Hay dos hábitos, en ese sentido, que son esenciales: lavarse los dientes después de cada comida y lavarse las manos siempre antes de comer y después de ir al lavabo. Ambas cosas deben hacerse a conciencia, y así debemos inculcarlo a los más pequeños. De nada vale lavarse los dientes en dos segundos o las manos sólo con agua. A partir de ahí, cuestiones como el ducharse cada día o lavar la ropa con frecuencia deben sumarse a estos hábitos y convertirse en parte de nuestra vida cotidiana. Si tenemos pequeños en casa, estas costumbres hay que normalizarlas haciendo de ellas algo grato y inculcándolas desde una edad temprana. De todos modos, lo básico es que los mayores prediquemos con el ejemplo.

En segundo lugar, es básico mantener la casa limpia. De hecho, nuestra vivienda es el lugar más susceptible de convertirse en un nido de gérmenes, y más si la suciedad se acumula. Por tanto, es necesiaro limpiarla con regularidad, sobre todo el baño y la cocina. En la primera de estas estancias, las toallas deben ser personales (cada miembro de la familia tiene que tener una) y hay que dejarlas secar después de su uso. Las superficies como grifos o retretes deben estar limpias y desinfectadas. Lo mismo debe suceder con la encimera y fogones de la cocina, así como en el interior del horno y de la nevera. También con todos los utensilios que allí se usan, tales como cubiertos, ollas, platos, paellas, etcétera. El paño de cocina debe cambiarse con frecuencia y la persona que cocina debe hacerlo siempre después de lavarse las manos.
Si todos seguimos estos cómodos consejos, nos ahorraremos enfermedades y crearemos un entorno limpio en el que dará gusto vivir. Además, será más fácil evitar que nuestros hijos contraigan piojos, sufran caries, se les infecten las heridas o cualquiera de los demás problemas típicos de la infancia. La higiene tiene mucha más importancia de la que nos imaginamos.

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